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No se lo digas a todos (adaptación)

  • Immagine del redattore: Yosef Vasquez
    Yosef Vasquez
  • 18 giu 2011
  • Tempo di lettura: 25 min

CAPITULO I

¿Acaso ya no recuerda cómo sucedió todo? No me diga que sus años en el extranjero le han hecho olvidar todas estas cosas. Bueno, entonces le contaré brevemente de cómo inició todo.

Parte 1: El Reencuentro

Era el atardecer de un jueves de lluvia en Chimbote.

Al iniciar el año 23 de la dictadura del comandante Guamala se puede decir que el Perú había crecido en economía, la pobreza se había casi eliminado pero en cambio se había retrocedido en libertades de opinión. Para el año 18 de la dictadura los medios de comunicación privada ya no existían y en las escuelas se enseñaba ya la nueva filosofía Marxista como en antaño se imponía al Catolicismo como religión de Estado, como bien lo describe en sus notas el loco Armenio: “Privacidad y Libertad, reliquias de un pasado que no volverán”.

Pero vamos a lo nuestro.

Las personas empezaban a reunirse en aquel lugar que por mucho tiempo había sido el lugar por excelencia de aquellas inolvidables reuniones, de reencuentros, en donde un grupo de jóvenes y señoritas miembros de una misma promoción de secundaria se encontraban para gozar de un gran momento juntos, local ahora convertido en la nueva Casa de la Juventud bajo la dirección del Padre Gonzaga. ¿El lugar? Justo en lo más alto del barrio de Laderas del Norte.

El Padre Gonzaga hizo una pequeña oración para luego dar paso a los pronunciamientos personales. El primero en hablar fue el neo egresado de la universidad – e íntimo amigo del difunto – Luchito quien a sus 45 años de edad recién había alcanzado el bachiller en ingeniería. Sus palabras fueron breves y alegres al recordar con una sonrisa anécdotas jocosas que por ahora no vienen al caso decirlas. Siguió en la toma de la palabra la señora Mariana, directora del reparto de Rehabilitación en el hospital EsSalud en donde el difunto pasó sus últimos días después de haber salido de su décima intervención al corazón. Y finalmente Carmela, la ex mujer.

¿Disculpe?, ¿cómo dice? ¿Qué no recuerda que la Carmela haya sido la esposa del difunto? ¿Y quién ha dicho que lo era? Yo le digo ex mujer porque después de someterse a múltiples operaciones en Brasil pudo al fin cambiar de género. ¿Acaso ya no recuerda ni eso?

El velatorio continuó normalmente con reencuentros de todo tipo. Ahì me enteré por ejemplo que a Arnold, el gordito simpaticón - ¿lo recuerda? - le habían descalificado en la última ronda de Mister Perù 2033 por habérsele encontrado rastros de ciclopentanoperhidrofenantreno en la sangre, hacía uso de esteroides en buen cristiano, y que después de eso se refugió en el cigarro y la bebida. Es cierto, volvió a su vida antigua.

Supe también por boca de la misma Karen - quien a sus 45 años aún no había conocido pareja - que nuestra amiga Kate despuès de emigrar a los 'Yunaites' consiguió establecerse con un afroamericano. El cambio de ciudad le hizo bien luego de dos divorcios escandalosos, con el ex futbolista 'Mudo' Giraud primero y con Damián Guapaya después, dueño de la D&G de Chimbote.

¿Quién iba a pensarlo? Poco más de veintitrés años atrás cuando yo aún me encontraba en España no creí que mis compañeros de promoción y yo tendríamos un futuro del todo irreal.

Siguió llegando más gente al velatorio, la mayorìa era gente de la promoción y algunos allegados como la cantante evangélica Candy quien trajo los saludos y condolencias de - la aún señorita - Clara quien después de terminar la carrera de Derecho Penal en la 'Universidad Nacional Catolica de Lima' se unió al grupo guerrillero Resistencia Revolucionaria en la selva de Madre de Dios. No habíamos sabido nada de ella hasta el día del funeral de nuestro compañero de promoción.

Casi al final del café con pan y mantequilla que sirvieron, el Padre Gonzaga empezó a despedir a las personas pues el toque de queda iniciaría en treinta minutos y a pesar de tener al Coronel Loyais como amigo de promoción, eso no nos garantizaba un chaleco antibalas que nos librara de algún 'apasionado' militar que se divertía a perseguir personas como ganado vacuno después de la medianoche. Concordamos todos en regresar al día siguiente para el sepelio de nuestro amigo de promoción y de aprovechar el momento también para organizar la visita al negro Gus quien se encontraba internado en un Hospital de Lima víctima de una ETS muy rara en ese entonces.

Parte 2: El 'loco' Armenio

Me despertó ese sol de verano que hacía su ingreso por la ventana de la sala. En la habitación aún descansaban Jones y Mark. “Hacen una bonita pareja” me dije en mis adentros, quizás los únicos amigos que conozco que han alcanzado sus verdaderos sueños. No quise despertarlos pues cuando me asomé a despedirme ellos dormían plácidamente con el torso desnudo, uno en los brazos del otro. Dejé una nota en la mesa de la sala, cogí mis lentes y salí a dar una vuelta.

El centro de Chimbote quedaba a pocas cuadras del hotel donde nos hospedábamos los tres así que decidí ir a caminar y disfrutar del día soleado. No pasó mucho tiempo para encontrar a mi entrañable amigo Gianrico quien colaboraba - en ese entonces - como locutor de Radio RSD bajo las órdenes de un viejo conocido, el filántropo Prof. Reynoso, un ex docente de la secundaria que nos enseñaba las materias más banales. Nunca entendí por qué permitía que le viéramos la cara de mujino.

Me preguntó qué había sido de mi vida y de porqué estaba yo nuevamente en Chimbote. Le respondí que desde la extraña desapariciòn de nuestro amigo y jefe Darío, todos los trabajadores de su empresa en Lima habíamos sido despedidos y que desde entonces Jones y Mark me habían acogido en su casa hasta que encontrara un nuevo trabajo. Le comenté también de la muerte anunciada de nuestro compañero de promoción, algo que él no sabía. Caminamos juntos por la Av. Leoncio Prado hasta llegar a la plaza central.

Como todos los días, el 'loco' Armenio se encontraba parado en una de las bancas de la Plaza Mayor con un altavoz en mano dando sus críticas al sistema de gobierno de Guamala. Los chimbotanos ya estaban acostumbrados a verlo con el mismo jean y el polo blanco con la cara del Che Guevara que mira al horizonte. Pobre hombre, también parte de nuestra promoción de secundaria; solo Dios sabe lo que le ha sucedido. En antaño se perfilaba como un joven de mucho futuro en el sector de la Economía llegando a trabajar en el desaparecido MEF en Lima a la corta edad de 22 años.

“Fue un golpe muy grande para él haber sido despedido a patadas por la misma persona que defendió hasta ese fatìdico 28 de julio” dijo Gianrico con semblante resignado. Un duro golpe debió haber sido el ser tomado como aprista y ser botado a patadas del MEF por los nacionalistas. Intentó reclamar y hacerles entender que él – Armenio - era simpatizante activo del nuevo partido de gobierno, pero esos tercos nacionalistas le entendieron un carajo. Ahora ahí, en una plaza pùblica, el loco Armenio lanza sus ideas y pensamientos en contra del régimen. Los policías vienen de vez en cuando a golpearle, entonces él recoge los libros de historia y geografía que vende sobre una manta en el piso, se los pone al hombro como un saco, se arregla el cabello y la larga barba y se aleja del lugar con una sonrisa, irónica sonrisa, dirigida a quienes voltean a verlo.

Le comenté a Gianrico del funeral de hoy, me dijo que estaría presente y que por la radio pasaría el comunicado para así poder avisar a los demás y de paso recolectar fondos para el pago del nicho. Nos despedimos y partí nuevamente al hotel, esta vez quise ir en combi y sin querer subí en la que trabajaba nuestra amiga Karola de cobradora - qué giros que da la vida, ¿verdad? - No hablamos nada, solo un hola al subir y un chao al bajar. Bueno, al menos me ahorré el pasaje.

De regreso a la habitación del hotel, Jones y Mark estaban casi listos para bajar a almorzar. Como siempre vestían bien, a la moda, ropa de marca internacional, creo que solo el saco que llevaban puestos costaba 1200 soles bolivarianos cada uno, algo de 1000 dólares. Yo simplemente con mi jean azul, polo gris y casaca de cuero. Bajamos a la recepción y en el restaurant almorzamos y nos quedamos ahí hasta la hora de partir al cementerio.

¿Cómo? ¿Que usted supo que el 'loco' Armenio tenía hijos? Cierto que los tenía, pero no estoy aquí para contarle en detalle la vida de todos. Yo estoy para contarle cómo es que la reclusión de nuestra amiga Florcita tuvo un final feliz, para ella y para todos nosotros. Pero le diré que el 'loco' Armenio tuvo su primer hijo con esta muchachita llamada Lora y que en total tuvo veinte hijos, cada uno con un ‘dedo’ distinto. ¿Satisfecho? Ok, y no esté a interrumpirme por favor.

En el funeral no estuvimos más de veinte personas, todos con ropas oscuras, ningún familiar del finado Josué. El Padre Gonzaga dirigió la oración mientras el féretro era subido por cuerdas a lo más alto del pabellón Juan XXIII del cementerio 'Divino Maestro'. No hubo ninguna lágrima, mas bien comentarios entre las señoras presentes. De todo lo que escuché, algo que dijo la Petrovich sì era cierto: “Y pensar que todo empezó con una foto 'mal tomada' que el mismo Josué publicó en su perfil de Facebook”.

Y en efecto era cierto, fue una foto en donde él parecía estar algo gordito pero con los comentarios que le hicieron sus amigos en aquel entonces se convirtió en el detonante de la bajísima autoestima que duraría 23 años, periodo en donde llegó a pesar más de ciento veinte kilos. Sufrió muchas intervenciones de liposucción, ataques cardíacos, diez operaciones al corazón con el implante de un bypass hace dos años. La muerte lo sorprendió pesando cerca de noventa kilos aún.

Terminado el funeral me quedé conversando con algunos compañeros para decidir el día en que visitaríamos al negro Gus en Lima. Jones, Mark y yo estábamos disponibles para viajar la siguiente semana, Karen dijo que no podía ir, su esposo era muy celoso con ella como para dejarla ir sola por unos días. “Joder! zambito, tú no cambias” me dije. Así que quedaba solamente Luchito quien dijo que sí, que lo tomaría como vacaciones; después de haber egresado de la UNT necesitaba un buen descanso. Merecido descanso.

Parte 3: ETS

Fueron seis horas de viaje con escala en Supe pero finalmente llegamos a Lima el miércoles por la tarde. Tomamos un taxi con dirección al Hospital Ernesto Guevara en La Victoria donde estaba internado el negro Gus. Había sido llevado en Helicóptero de emergencia hace tres semanas luego que un trans le jugara una mala pasada en Chimbote. Gus, una de las pocas personas que aún frecuentaba el Huáscar los viernes sangrientos del puerto pesquero, había llegado al hospital con parte del glande en un frasco refrigerante para una futura y delicada reconstrucción.

Lo encontramos ya más recuperado en la habitación 23 del reparto de oncología, aún así un leve gesto de preocupación se le dibujaba en el rostro. El primero en hablar fue Jones. Con voz clara y varonil preguntó a nuestro amigo qué era lo que le tenía preocupado. “Los exámenes de sangre han dado positivo a la prueba del A1D5” nos dijo con voz baja y temblorosa. No nos asustamos por los resulados visto que ya nos lo había dicho él mismo semanas atrás. Al parecer uno de los síntomas de esa enfermedad abarcaba la pérdida de memoria, además de caída del cabello y vello púbico, miedo a la oscuridad y manchas amarillas en el culo – aunque al parecer esta última él ya las tenía desde los 23 años, lo que nos hacía pensar que esta enfermedad A1D5 lo haya contraído luego de su graduación como Contador Pùblico.

“Estamos contigo amigo”. Agregó Luchito en tono dulce posando su mano peluda sobre la frente de Gus, algo que a Jones y Mark les pareció extraño y a la vez muy familiar; aún así debían ser fuertes en no sacar a relucir su condición de pareja. El gobierno dictatorial no permitía prácticas homosexuales bajo ninguna circunstancia. Entonces me acerqué a la ventana mientras ellos conversaban con mi primo. Estaba otra vez en Lima la gris con sus autos multicolores botahumo, sus casas pintorescas con techoalmacén y la plaza Grau pululada de vendedores de todo tipo de artículos.

La doctora Grace hizo su ingreso en la sala. “¿Cómo está hoy mi chocolate?” le preguntó a Gus en tono gracioso. “Mejor que ayer doctorcita” respondió él. Entonces ella pasó a revisar al muchacho del muchacho. Lo auscultó una y otra vez con coquetería y elegancia, se lo movió con delicadeza de un lado para otro. A ojos cerrados sintió la cicatriz con la yema de sus dedos y lentamente pasó a darle unos masajes a dos manos. Por momentos parecía una invidente que intentaba descifrarle su forma y peso. Finalmente hizo unos apuntes en su cuaderno y se despidió de nosotros cinco. Para ese momento Luchito y yo estábamos por alcanzar el clímax.

Nos dimos cuenta que el negro Gus era el único en la sala, así que supusimos que en las noches de no ser por el pequeño problema de su muchacho, este lugar se hubiese convertido en un cuarto de citas. Conversamos por una hora más antes de despedirnos. Nos preguntó por el funeral de Josué y algunas cosas más que ya no recuerdo. No tardé en darme cuenta de una caja de chocolates que Gus tenía en el velador. Le pregunté quién le había visitado anteriormente. A malapena recordó que Fabiana y Bruno habían ido a visitarle pocos días atrás, algo que nos sorprendió. No era usual que después del escándalo de la desaparición de Darío, la esposa y el abogado de ésta hayan aparecido “juntos” en público, por decirlo de alguna manera.

Nos despedimos de él con un fuerte abrazo y un hasta luego. “Pobre negrito, por pendejo le suceden estas cosas” pensé. En el ascensor encontramos a un viejo conocido, Macario, quien terminaba su turno en el hospital. Juntos fuimos a cenar a un chifa llamado Shin-Yang que finalmente terminó siendo un restaurant en sociedad entre Adalberto y Gianmarco. Algo extraño pues lo último que supe de ellos fue que se graduaron como ingenieros informáticos en el 2011 – Y yo que por joda una vez pensé que terminarían administrando locutorios y cabinas de internet.

“¿Y qué sabes de Josué?”. Nos preguntó Macario. “¿Cómo, no sabes? Josué murió” respondió Luchito mientras la canción Talk Show de Pedro Suarez Vertiz iniciaba a sonar en el local. “Wow! Creí que duraría al menos un par años más. Pobre! murió sin saber la actual condición de Florcita” agregó Macario. Me pareció también extraño ese comentario pues lo último que supe de ella fue de las nupcias con el abogado Bruno y para ser sinceros, con ella yo no fuí tan amigo y después que me despidieran de la Darío Company, no quise saber más de amistades con Bruno.

“Florcita está internada en el Centro García. ¿Acaso no lo sabías tú Pino?” agregó Macario. Y la verdad era que yo no sabía nada de estas cosas, algo que sorprendió a Luchito que a mí pues él era más amigo de ella que todos nosotros. Entonces Macario nos contó toda la historia, de cómo fue que a los tres meses del matrimonio entre Florcita Bruno, nuestro amigo el empresario Darío desaparece de manera misteriosa, Bruno se convierte en el abogado defensor de la sospechosa esposa Fabiana y Florcita es internada en el 'Centro para el Tratamiento de Vesanìa Dr. García' días antes de iniciar el juicio contra Fabiana.

Y asì es señor Juez de cómo inició todo, en aquel chifa, cuando nos enteramos del triste episodio de Florcita. ¿Cómo dice? ¿Que si el negro Gus volvió a ser el mismo de antes? Por supuesto que no! Volvió donde el trans a cobrarse la revancha pero finalmente... Fue todo lo contrario. Ahora él es el nuevo novio de Jandy, el trans. Creo que ahora viven juntos en la zona de Miramar Bajo, en Chimbote.

CAPITULO II

Déjeme contarle ahora, señor Juez, cómo es que esta historia llega a su punto más álgido, en donde las cuerdas y buenas personas resultan ser todo lo contrario y viceversa... ¿Cómo dice? ¿Que si recuerdo todo a la perfección? Yo diría que lo suficiente como para dignarme a contárselo sin temor a equivocarme.

Parte 4: Vesanía

Amanecía, en Chimbote, alegremente.

La casi médico, ingeniera, abogada, antropóloga, arquitecto, señorita Petrovich salía de casa con dirección al trabajo cuando recibió la llamada de Luchito. “Tienes que venir a Lima urgente” fueron sus primeras palabras. La noche anterior mientras estábamos en el chifa escuchando lo que Macario nos contaba, a Luchito le pareció que la Petrovich debía saberlo puesto que, a pesar del tiempo que había dejado de hablarse con Florcita, ella siempre la consideró una buena persona y amiga ejemplar.

Macario, Luchito y yo nos encontramos frente a la puerta del Centro García y luego de tomar desayuno – el rico champú con cachanga - en la carretilla de la esquina nos decidimos a entrar en el local. En la Recepción preguntamos por nuestra amiga y un enfermero nos acompañó a la sala correspondiente. “Dime, ¿reconociste a la señora de la carretilla?” me preguntó Macario y aunque me pareció un rostro conocido no pude recordar de quién se trataba. “Era la Paulina. ¿La recuerdas? Solo que con ese mandil oscuro sus atributos pasan desapercibidos”.

Mientras nos dirigíamos a la sala el enfermero nos habló de la extraña situación de nuestra amiga Florcita. Los doctores no estaban de acuerdo con lo que exactamente ella tenía pues los síntomas que presentaba no pertenecían a algún canon especìfico de vesanía. La escotofobia se podría relacionar a traumas originados en la temprana infancia pero por otra parte la pérdida de memoria de corto plazo no tenía relación con lo primero, sin contar con que se rehusa a hablar con cualquiera desde que ha llegado aquí.

Encontramos a nuestra amiga sentada en el ángulo de esa gran sala junto a los demás internos. Era la sala de visitas. Luchito se le acercó mientras Macario y yo nos quedamos unos pasos atrás. “¿Cómo te encuentras?” le preguntó él sin obtener respuesta alguna. “Soy yo, Luchito, tu amigo. ¿Me recuerdas?” - Silencio -. Florcita tenía la mirada fija en el vacío, sentada, con los dedos cruzados; estaba ahí pero a la vez no estaba. “Busca a la Petrovich” dijo al fin sin dejar de mirar al infinito. “Ya está viajando para Lima” respondió él mientras en ese mismo instante me percataba de una cajita en la mesa de al lado, algo que ya había visto en precedencia. Me pareció una extraña coincidencia, me acerqué, cogí uno de esos chocolates de aquella caja y lo guardé en el bolsillo.

Antes de salir de la sala pregunté al enfermero de turno sobre las visitas que había tenido nuestra amiga desde su llegada. “La paciente ha ingresado hace nueve días y ha recibido visita solo una vez; la señora Fabiana y el señor Bruno hace seis noches” respondió luego de revisar la hoja de visitas. Le agradecí y fui a reunirme con Macario y Luchito quienes me esperaban en la puerta principal. Subimos al escarabajo volkswagen de Macario con dirección al chifa Shin-Yang. “¿Qué conversabas con el enfermero?” preguntò Luchito, “algunas cosas sobre la recuperaciòn de nuestra amiga” mentí. No quería decir nada hasta estar seguro de mis sospechas, estaba casi convencido que Bruno y Fabiana estaban detrás de lo que sucedía aquí con Florcita y con el negro Gus - ¿y detrás de la desaparición de Darío?, ¿por qué no?

¿Cómo dice? ¿Que era obvio que Fabiana y Bruno eran cómplices? ¿Y cómo podría usted haber denunciado algo de lo que no tenía pruebas más que su instinto de “detective”? Por otra parte Bruno en esa época era un abogado de muchísimo renombre, ganar un eventual juicio contra él era tan difícil como lo fue en su tiempo mantenerse en silencio con el profesor Reynoso en su lección de Lógica.

Antes de pasar al chifa quise visitar nuevamente a Gus así que Macario dió media vuelta al carro y nos dirigimos al Hospital Ernesto Guevara. Por un momento me pareció que un auto color rojo nos estaba siguiendo pero supuse que era mi imaginación, la carga emocional de estos días era muy intensa para mí. “¿Quieres ver nuevamente a la doctora Grace?” bromeó Macario despertándome del soliloquio. “En realidad quiero coger un chocolate de los que tiene Gus en el velador de su habitación” comenté a los muchachos. No entendieron el porqué de mi petición pero como aún faltaba una hora para el almuerzo, teníamos tiempo para una visita relámpago al hospital – y por qué no, ver de nuevo a la doctorcita.

Dicho y hecho. Llegamos justo a tiempo para verlos en plena 'terapia rehabilitativa'. “Muchachos, cuando la disfunción eréctil me alcance, deseo pasar las consultas en este hospital. ¿Ok?” les dije en voz baja mientras Luchito tocaba la puerta semiabierta para poder ingresar. “Adelante” respondió la doctora sin abrir los ojos ni bajar el ritmo de los masajes. Sin darme cuenta yo ingresaba en solitario a la habitaciòn mientras Macario esperaba en la puerta y Luchito se dirigía al baño con diligencia. “Mierda! Tampoco puedo contenerme. Vamos Pino. Fuerzas”. Cogí rápidamente un chocolate, saludé al 'pobre' de Gus sin que él me reconociera – ¿un síntoma de la propia ETS? - saludé a la doctora y en un segundo cerré la puerta. Aún así, ya me habìa mojado.

Parte 5: El Laboratorio

Estando en el volkswagen de Macario nos dirigimos al chifa donde esperábamos encontrar a la Petrovich luego de 6 horas de viaje en bus desde Chimbote. “¿Recuerdan el escarabajo volkswagen del profesor Rulos? Pues sorpresa, es este mismo, me lo vendió hace un par de años” nos comentó Macario mientras manejada, “él necesitaba dinero para pagar sus cuentas de La Casita del Tío Jim y yo necesitaba un auto para movilizarme”. Concluyó. Yo lo recordaba color verde-amarillo, al parecer Macario lo pintó de negro. “Pues tiene buena pinta aún” agregué.

Llegamos al chifa casi a las dos de la tarde. La Petrovich había llegado hace poco y ahora conversaba con Adalberto y Gianmarco en una de las mesas del local. Nos acercamos, nos saludamos entre todos y Adalberto mandó traer la especialidad de la casa para los seis. Luchito contó nuestra visita a Florcita por la mañana. “Preguntó por ti” le dijo a la Petro. “Dijo que te buscáramos, ¿que crees que signifique?” agregué mientras el mozo traía las bebidas. “Cierto! Pino tiene una teoría... vamos Pino, cuéntanos de qué se trata” Me sugirió Luchito. Saqué los dos chocolates de mi bolsillo e inicié a contarles la hipótesis que tenía.

“Encontré estos chocolates en la habitación de Gus como en la sala donde está Florcita” comencé a contar. “Me pareció una extraña coincidencia que hayan sido llevadas por Bruno y Fabiana justamente a ellos dos”. Hubo un silencio prolongado en la mesa hasta que la Petro – con exaltación - agregó algo más: “Mierda! ¿Desde cuando las ETS producen pérdida de memoria y miedo a la oscuridad?” - Silencio. “Pero está claro, los están drogando, son los mismos sìntomas!” Concluyó ella. “¿Y la caída de cabello y manchas en el culo de Gus?” preguntó Gianmarco. “Esas sí que pueden ser síntomas de ETS o la reacción a la medicina, pero lo demás no! ¿No lo ven?” Entonces ella se alzó de la mesa e inició a caminar en círculos. “Si lo que pensamos es cierto, los chocolates son la fuente de los males de ambos. Necesitamos encontrar un Laboratorio de análisis químico urgente!”.

Gianmarco y Adalberto – que hasta ese momento no había hablado – se miraron las caras y con un gesto de aprobación por parte del primero, Adalberto comentó: “Tenemos que enseñarles algo tan importante como secreto, pero deben venir a la parte de atrás.” Quedamos mirándonos unos a otros hasta que cogí los chocolates y seguí a Adalberto mientras detrás mío siguieron los otros. Nos condujo a la parte trasera del chifa, por un pequeño pasadizo dentro de la casa hasta llegar a una pared con un retrato enorme del profesor Borjan – personaje ilustre que inspiró a estos dos para elegir la carrera de Informática. Gianmarco presionó un botón que parecía no existir a la altura del anillo que el profesor llevaba en la mano a la vez que una gran pared desaparecía ante nuestros propios ojos. “Es un holograma que camufla el acceso a nuestro laboratorio secreto” indicó con orgullo Adalberto, “nada de qué sorprenderse” concluyó orgulloso.

Ingresamos a lo que me pareció una especie de laboratorio extraterrestre, iluminado por la luz de una decena de televisores plasma encendidos que rodeaban la sala. Gianmarco encendió las luces y pudimos divisar un sorprendente laboratorio químico en el ala derecha – laboratorio que al parecer estos dos lo usaban para fabricar 'sustancias' de consumo propio. Era algo del otro mundo. A pesar de ser ingeniero electrónico nunca había visto esa tecnología. “Utilizamos la tecnologìa ADGI” me dijo Gianmarco; “que está por Adalberto y Gianmarco” agregó Adalberto. Petrovich me pidió los chocolates y junto a Adalberto y Gianmarco iniciaron con los preparativos y las pruebas para verificar el contenido de sustancias nocivas al tiempo que Macario, Luchito y yo quedábamos al margen de todo.

“Oh mierda!” exclamó la Petro a la media hora de haber iniciado las pruebas de laboratorio. “¿Qué sucede?” pregunté asustado. “Estoy en la última fase de las pruebas pero... no sé cómo interpretar estos resultados!” respondió, “todo lo primero lo aprendí en medicina, pero esta parte lo dictaron cuando yo ya había cambiado de carrera, a ingeniería”. “Joder flaquita!” pensé. “Quizás yo pueda ayudar” intervino Macario. Y junto a ella culminaron las pruebas con los chocolates.

Como era de esperarse, las pruebas a ciertas drogas y alucinógenos naturales dió positivo. No había duda, Fabiana y Bruno eran cómplices y ésto que teníamos era la prueba para denunciarlos y asì sacar a Florcita y quizás encontrar y rescatar a Darío con vida. Visto que había pasado casi un mes desde su desaparición no habían muchas esperanzas de encontrarlo con vida. Pero primero era lo primero, teníamos que advertir al Centro García y luego ir con la policía para iniciar una investigación profunda de los hechos.

¿Perdón? ¿Cómo dice? ¿Qué hay del negro Gus? Y según usted, ¿él la pasaba mal en ese hospital? Al contrario, tenía todo lo que necesitaba en ese momento: Alucinar y volar libremente además de masajes gratis en los genitales. Pero no se preocupe que también habíamos pensado en ir por él.

Macario se ofreció acompañarnos en su escarabajo mientras Adalberto y Gianmarco se quedaron en el laboratorio para poder limpiar todo y asegurarse que ninguna huella nuestra quedara en aquel lugar. Salimos del chifa y rápidamente subimos al auto escarabajo. Mientras íbamos con dirección al Centro García observé que un auto color rojo nos seguía desde que salimos del chifa, estaba por avisar a Luchito pero Macario me interrumpió.

“¿Saben còmo hacía el profesor Rulos para levantarse a las chicas?” nos sorprendió con esa pregunta, “las dormía con un gas, el mismo que van a respirar ahora infelices!”. Y en un segundo se colocó una máscara antigás, cerró las ventanas y activó un humo casi incoloro de olor relajante que adormeció con rapidez mi sistema nervioso cayendo los tres – la Petrovich, Luchito y yo - en un profundo sueño.

Parte 6: Explíquenme!

Un sueño: “Te lo dije… Has vuelto a tu hueco, lugar de donde nunca debiste haber salido. Mirate! Gordito, peladito y con esos lentes que los llevas desde la universidad. Veamos cómo sales de esta”.

Desperté de un golpe luego de un sueño que pareció más un recuerdo. Todo era oscuro. Sentí un dolor en la pierna. Escuché a alguien que se quejaba de dolor. Busqué el interruptor de la luz en la oscuridad pero una cadena me presionaba a la altura del tobillo. No podía moverme más allá. Con las manos intentaba reconocer lo que había a mi alrededor, palmando todo pude reconocer una pierna, subí tocándola desde la rodilla al muslo, aún más arriba hasta llegar al… “Joder! es un hombre” exclamé.

De pronto las luces se encendieron en la habitación. Mis ojos ardieron un poco. “¿Cuánto tiempo habré estado aquí?”. Poco a poco las imàgenes iniciaban a aparecer ante mis ojos. A mi costado estaba Luchito, inconsciente y encadenado también por el tobillo, al costado de él yacía la Petro atada de pies y manos. El lugar era un gran sótano vacío color gris oscuro y justamente frente a nosotros, al otro lado de la habitación reconocí a Darío, el esposo desaparecido de Fabiana, estaba atado por las muñecas por cadenas que salían de la parte alta de la pared. Era él la persona que yo escuché quejarse pues continuaba a hacerlo de modo pausado y con los ojos cerrados – Al menos eso me pareció, a menos que por ser de ojos rasgados yo me haya confundido.

Una puerta se abrió en lo alto y lentamente aparecieron por ahí la señora Fabiana y el abogado Bruno. Llevaba ella un vestido rojo escarchado ceñido al cuerpo, tacos del mismo color y un sombrero de gala color negro. Junto a ella, Bruno estaba vestido de saco y corbata oscuros con un sombrero tipo Fedora y justo detrás de estos dos se encontraba Macario quien me miraba fijamente mientras bajaba las escaleras hasta llegar a nosotros. Hasta ese momento yo no entendía un carajo de lo que estaba sucediendo ahí.

¿Disculpe? ¿Que a Macario no le cree capaz de hacer daño alguno a Luchito? Bueno, ni a Luchito ni a nadie. Pero déjeme recordarle que las personas pueden darnos grandes sorpresas y lo que quizás no se hizo en mucho años, se hace en un segundo. ¿Quién iba a pensar – por ejemplo – que el negro Gus sería uno de los primeros de la promoción en graduarse?

“¿También tú, Macario?” Preguntó la Petro quien ya había despertado. “No es nada personal” respondió, “pero de alguna forma tenía que deshacerme de ustedes”. “Buen trabajo Macario” agregó Fabiana. “Estos tres pudieron haber tirado por la borda nuestro plan”. Entonces continuó ella, orgullosa, del porqué de estos acontecimientos.

En poco tiempo nuestro amigo, el empresario Darío, había creado todo un imperio en el campo de producción y venta de arroz de alta calidad. Los molinos de la Darío Company eran lo mejor que se podía encontrar en el mercado internacional y debido a que el presidente Guamala no entendía un pito de este sector, decidió dar la gerencia a nuestro compañero de promoción sin que la empresa sea del todo privada. No faltó mucho para que señoritas más jóvenes que la señora Fabiana intentaran aprovecharse del cargo de secretarias de la compañía y sacar partido de ello. Es así que una noche llegado a casa, Darío fué recibido con un gas en toda la cara que lo adormeció en un segundo, el mismo gas del auto de Macario.

“¿Pero porqué lo hiciste? Y ¿porqué a Gus y a Florcita?” Preguntó la Petro entre ira e indignación. “Un cabello rubio fue”. Respondió la esposa. “Un cabello, largo y rubio como el sol, que encontré en la camisa de trabajo la noche anterior. Luego de esto llamé a Macario para que lo analizara y los resultados fueron compatibles al cabello de una de las secretarias. Darío me estaba engañando!” Concluyó. Y finalmente entendí la razón de todo este problema. Un cabello rubio. Al menos hasta ese momento eso parecía serlo.

¿Disculpe? ¿Cómo dice? Que, ¿le parece muy estúpido que un cabello de mujer haya sido la razón por la que Fabiana haya tenido en reclusión a su esposo Darío? Pues a m también me parece una locura. Pero dígame, ¿quién puede entender lo que hay en la mente de una mujer? Quizá por eso Jones, Mark y Gus optaron ir por otros caminos, ¿no lo cree?

Pero aún faltaba la explicación de Gus y Florcita. De eso se encargó Macario.

“Llegué a saber que el negro Gus había sido quien recomendó a esa secretaria” inició Macario, “y fue una suerte haberlo encontrado en la sala de oncología en el hospital donde yo trabajo. La patroncita Fabiana me pidió que lo haga sufrir por un tiempo, visto que él no sabía que la secretaria que recomendó llegaría a causar esos problemas, de lo contrario hubiese sufrido igual que el patroncito Darío”. Mientras lo escuchaba hablar me preguntaba a mi mismo también cómo era que Bruno, uno de los mejores amigos de Darío, haya sido partícipe de todo este complot tan absurdo. Pero él, de pie, a un costado de Fabiana, casi inmóbil, permanecía callado con la mirada fija en Macario.

“La señora Florcita comenzó a ser un problema cuando sus sospechas de la patroncita Fabiana se hacían más evidentes” continuó Macario con su relato. “Afortunadamente el señor Bruno estaba de nuestra parte, de la parte de la patroncita Fabiana quiero decir, y se unió a nosotros. La demostración de ello fue deshacerse de la señora Florcita”. Concluyó.

“Es injusto!” Exclamó la Petrovich luego de las declaraciones de Macario. Pude al fin ver las cosas como estaban. No fue coincidencia encontrarnos a Macario en el ascensor del Hospital Ernesto Guevara. Él sabía que tarde o temprano iríamos a ver al negro Gus y quiso estar cerca de nosotros para saber los pormenores de nuestro paso por Lima, para procurar que el plan con Fabiana no se fuera a pique. “Que te den, Macario!” me dije. Y pensar que en todo este tiempo creí que era una buena persona. Tanta amabilidad fue solamente un despiste. Un buen elaborado despiste.

“Terminemos con esto ahora mismo!”. Fueron las palabras pronunciadas por Fabiana que me regresaron a la realidad. Luchito aún estaba bajo los efectos del gas y dormía como un bebé a mi costado. Macario sacó un arma al que le puso un silenciador. “¿Quién será el primero?” se preguntó el muy cobarde mientras con el arma apuntaba a la Petro, luego a Luchito, a mi y a Darío quien se encontraba aún bajo los efectos de la droga. Sentí un cálido líquido entre las piernas. Me había meado.

“Deja que sea yo quien acabe con todo esto” Habló finalmente Bruno, el abogado. “Dame el placer de deshacerme de todos ellos”. Macario le dió el arma con la que nos apuntaba. En ese momento todo fue muy lento. Recuerdo a Bruno acercarse mirandome fijamente a los ojos, alzar el arma y apuntarme. Recuerdo un grito. La Petrovich que imploraba “No lo mates!”. Recuerdo toda mi vida pasar frente a mis ojos. Pero lo que más recuerdo es un fuerte estallido – como una bomba – que provenía de la puerta de ingreso y a Bruno que apuntaba a Macario diciéndole: “Policía! Arriba las manos carajo!”

Parte 7: Inicio

En un segundo una decena de miembros de la fuerza especial SUAT irrumpieron en el sótano al mando del coronel Loyais, bajaron, redujeron a Fabiana y Macario quien aún poseía otra pistola en la cintura. Dos ambulancias esperaban afuera del edificio listas para llevarnos al hospital Central de Lima. Los paramédicos dijeron que Luchito ya no estaba bajo los efectos del gas sino que dormía como una piedra porque así era él. Cosas que nunca cambian. Caí en un profundo sueño mientras me llevaban al hospital. Por un momento creí haber entendido todo lo que sucedía pero al final me encontré más confundido que al inicio.

Cuando desperté me di con la sorpresa que todos mis amigos estaban ahí al lado de mi cama. Luchito, la Petro, Jones, Mark y el negro Gus. “¿Qué ha sucedido?” pregunté. “Te lo contaremos en el almuerzo” respondió Luchito con una sonrisa, “Vámonos de aquí”. Habían pasado dos días. Por dos días dormí en una habitación del Hospital mientras en ese lapso Luchito había despertado sin presentar daño alguno, la Petrovich había sido curada de algunas heridas superficiales y Darío junto a Gus iniciaban el largo proceso de desintoxicación justo dos pisos abajo. Fabiana y Macario hacían su ingreso a los penales correspondientes hasta el inicio del nuevo juicio teniendo esta vez al abogado Bruno como parte defensora del empresario Darío.

¿Cómo dice? Que, ¿no entiende aún lo que ha sucedido? Y ¿qué sucedió con Florcita? No coma ansias señor Juez, todo esto se lo explico en un momento.

Me dieron de alta alrededor del medio día. “Buen momento para ir al chifa Shin-Yang” dijo Luchito. Y ahí nos dirigimos todos, esta vez en microbus. En la linea 23 encontramos a un viejo conocido, el Oshoa, que hacía – él solito - su número de música folklórica con bombo, quena, zampoña, charango, guitarra y teclado a la vez para ganarse unos céntimos. Le saludamos pero parece que no nos reconoció. Luego de unas cuadras bajamos y continuamos a pie por un par de cuadras más.

Apenas llegamos al chifa me sorprendió ver a nuestra amiga Florcita totalmente lúcida conversando y riendo con Adalberto y Gianmarco en una de las mesas de aquel local. Nos saludamos entre todos para dar paso a los mozos que nos traían el almuerzo. Entonces fue que Florcita nos explicó de una buena vez lo que realmente sucedió con ella y con el plan organizado para atrapar a Fabiana y rescatar a Darío.

“Apenas supimos de la desaparición de nuestro amigo Darío” inició ella; “se me ocurrió que si Bruno se ganaba la total confianza de Fabiana con un acto bien específico, ella no tardaría en decirle el paradero de Darío y poder así caerle encima con todas las pruebas posibles y necesarias. Ese acto fue deshacerse de mí”. Continuó Florcita con su relato. "Confabulamos en que me internara en el Centro García haciéndole creer a Fabiana que ellos me estaban drogando pues cometí el error de decirle mis sospechas sobre ella y la desaparición de Darío”.

Asì continuó contándonos Florcita mientras en silencio y sin probar bocado alguno, la mirábamos y escuchábamos con atención. Nos dijo que desde un inicio el coronel Loyais supo de este plan y que había sido justamente él quien nos había estado siguiendo en un auto rojo, el mismo auto que yo vi y sentí que nos seguía. “El mejor lugar donde yo podía estar segura mientras Bruno no estaba era el Centro Garcia pues ¿quién iba a desconfiar – o creer en todo caso – lo que diga un interno de ese lugar?” Nos dijo alegremente con un aire de satisfacción.

Casi al término de almuerzo llegó al chifa nuestro amigo Bruno quien nos dió las últimas informaciones del caso. “Finalmente Macario ha confesado” nos dijo, ”el cabello que Fabiana encontró pertenecía a nuestro amigo Karl. El vino de visita hace un mes y al parecer se había equivocado de saco al salir. El cabello quedó en el saco de Darío que luego pasó a su camisa”. “¿Pero por qué Macario habría orquestado toda esta farsa?” Preguntó la Petro. “Al parecer querìa cobrarse una revancha luego que fuera despedido de la Darío Company hace un par de meses. Habían indicios de malos manejos en la adquisición de productos químicos que sirven para la producción del arroz”.

Y ahí estábamos todos – o casi todos – como al inicio de esta historia, en el chifa Shin-Yang. Conversamos por un largo rato sobre nuestras vidas. Bruno nos comentó de las intenciones que Darío tenía de devolverle el puesto a todos los trabajadores que habían sido despedidos luego de su desaparición, además, de dar nuevos puestos de trabajo a más personas. Le comentamos a Florcita de la muerte de su amigo Josué en Chimbote. Se entristeció pero sabía en el fondo que para él no había otro final distinto a ese. “Después de una vida de excesos como la que llevó en Italia, es esa misma vida la que le pasó la factura”.

Ya no había más que hacer en Lima sino esperar la lenta rehabilitación del negro Gus y de Darío. Al final Gianmarco se alzó de la mesa para despedirse de todo. “Bueno, ya es hora Adalberto, regresemos al laboratorio. Tenemos que prepararnos para esta noche”. “¿Y qué haremos esta noche Gianmarco?” preguntó éste. “Lo mismo que hacemos todas las noches Adalberto: Tratar de conquistar el mundo de nuestra musa inspiradora!”. Concluyó.

Y es así, señor Juez, de cómo sucedieron exactamente los hechos hace más de 10 años. Es extraño que no recuerde estas cosas. En fin, pongamos todo en orden que la reuniòn de exalumnos de este año está por iniciar.

FIN

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